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La mayoría de las uniones se generan
en la necesidad del niño y no en la plenitud del adulto y eso aporta muy poco
para que una relación se sostenga en modo saludable.
La vida llega con el nacimiento, pero la sabiduría
debemos aprenderla. La vida se revela en
la sabiduría de la madurez, pero mucha
gente vive y muere de manera infantil, aunque lleguen a la vejez, no crecen ni
maduran realmente.
La unión de dos personas implica no sentir a la pareja
como el/la “otr@”, ni tampoco sentirte
como el “yo”. El puente se establece
cuando los dos no se perciben como dos sino que en cierto sentido se han
convertido en uno, esto nos permite ver la comunión. La mayoría de la gente está junta porque no
puede estar sola, es más económico, seguro, conveniente, vivir en pareja.
Los especialistas de la conducta dicen que un gran
problema de las relaciones es que maduramos sexualmente, mas no así
mentalmente. Ellos han establecido que
aunque el cuerpo sigue madurando, la mente detiene su crecimiento a los 13 o 14
años en el adulto promedio.
La mente inmadura busca responsabilizar a otro de sus
errores, cree que si el otro cambia acabaría su infelicidad. Para quien se responsabiliza de lo suyo el
otro puede ser el cielo, es el reconocimiento de que pase lo que pase conmigo,
se debe a mí.
Cuando asumimos la posición de que el otro está
equivocado, nos encontramos en la periferia, y cuando nuestra periferia
encuentra otra periferia, ocurre el choque.
Sin embargo, cuando logramos darnos cuenta que somos responsables de
cualquier cosa que esté sucedicendo en nuestras vidas, pasamos de la periferia
al centro y nos enraizamos en nosotros mismos, nos convertimos en el centro de
nuestro mundo y podemos celebrar satisfactoriamente la unión, gozando la plenitud de la relación.
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(Tomado de material de estudio).
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