lunes, 17 de marzo de 2014

Soltar el control.


Usamos demasiado la palabra Control…controlar la mente, controlar las emociones, controlar la conducta de un hijo…y el resultado es siempre el descontrol.

Quienes se esfuerzan por controlar, sienten un profundo miedo de sus propias emociones y de los demás, porque los demás disparan esas emociones que pretenden acallar.

Nunca te llevarás armoniosamente con quienes quieras controlar, por lo tanto, permíteles ser y hacer lo que necesitan manifestar, observando, comprendiendo y acompañando.

Al aflojar el miedo que nos lleva a querer controlar la vida de los demás (pareja, hijos, compañeros, padres mayores), dejamos de lastimarlos, de impedir el aprendizaje del libre albedrío, limitando alimentar nuestro ego temeroso de pérdidas. La pérdida de control es un miedo recurrente que surge cuando nos creemos un diminuto grano de arena, y no un desierto poderoso y enorme…o una gota y no el océano…Hay que elegir cómo percibirnos.

En relación a lo que cargamos…controlarlo significa cuidar que no se desborde, en lugar de ir observando atentamente cuándo tiende a desbordarse, y de dónde surge…no se trata de un análisis mental, sino de una aproximación calmada y atenta, siempre intuitiva. Observando nos mantenemos fuera lo más posible de la vorágine emocional, y esa distancia nos da la posibilidad de seguir conectados, siendo océano, desierto…no grano de arena y gota solamente.

No es muy fácil a un ritmo de vida como es común actualmente, desprovisto de momentos conscientes…mas sin ellos, solo somos un fragmento automatizado del todo que no puede hacerse cargo de sus dones ni de su sombra, y por lo tanto, entra pánico por ese sentido de separatividad…y el miedo nos lleva a querer controlar, porque “desbordarse” es peligroso.

Para no desbordase, tenemos que saber de qué se trata el desborde, sin un control desmedido…no quiere decir “romperlo todo” en un ataque de ira…porque si te pones en observador, no reaccionarás…es solo entonces que no necesitamos controlar, solo relajarnos y dejar que pase la ola intensa aceptando lo que llega, atentos pero sin reaccionar abruptamente. Por supuesto no vamos a quedarnos sentados si se incendia nuestra casa…para eso sirve la mente automática…pero sí cuando nos gritan, nos molestan o sacan de nuestra zona de confort emocional.

¿Qué tal si hacemos lo contrario y observamos?…Existe una Ley que se llama Ley del Resultado Revertido…y ella dice que insistiendo recurrentemente en la obtención de un resultado, obtienes el contrario. Una lucha de opuestos.
Por eso…el camino intermedio es sabio…no dejar que nos usen de felpudo, pero no pisar sobre el libre albedrío del otro y sobre el derecho de salir a la luz de nuestra propia sombra. 

Aceptar, comprender, sanar a través del perdón, darse cuenta del juego de aprendizajes y soltar…son algunas consideraciones válidas que el alma agradece y en la cual se relaja en alegría y se deshace de los dramas cotidianos…que no son tales, si no estamos siempre oponiéndonos a lo que llega.

Lo que llega, lo creamos…y seguir la hebra hasta el ovillo que nos llama para ser desenredado, es una tarea del día a día…aflojando a veces la hebra en lugar de tironear y hacer más apretado el nudo que queremos deshacer.


(Extraído de Tahíta).

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