El método más
eficaz para renovar la materia del nuestro organismo es el sol. Todas las
mañanas el sol que envía por todas partes al espacio partículas luminosas de
una gran pureza.
Podemos arrojar
de nuestro ser físico y psíquico las viejas partículas usadas, apagadas,
enfermas, y reemplazarlas por esas nuevas partículas que vienen del sol. Sólo
los rayos del sol están hechos de una materia que no dejan residuos, por eso
tenemos que aprender a nutrirnos con este elemento superior que es la luz.
Estamos habituados a nutrirnos solamente con alimentos sólidos, líquidos o
gaseosos, pero ¿qué hacemos con el cuarto elemento que es el fuego, la luz? El hombre necesita alimentarse de luz
para nutrir su cerebro. ¡El cerebro
también quiere comer!… Y la luz es su alimento: ésta despierta en el hombre las
facultades que le permiten penetrar en el mundo espiritual. Mientras el
hombre se contente con alimentar el cerebro de partículas sólidas, líquidas o
gaseosas, que no son las que necesita, estará muy limitado en su comprensión.
Comprenderá quizá las cosas de la tierra, pero los misterios del universo se le
escaparán
El cerebro es un órgano jerarquizado,
está constituído por varias zonas: unas contienen centros que permiten manejar
las realidades del mundo material e intelectual, otras, contienen centros
capaces de entrar en relación con las realidades del mundo espiritual, del
mundo divino.
Podemos
acelerar la transformación de la viejas partículas con la intensidad de nuestro
amor. Cuanto más amemos la luz, más la atraeremos hacia nosotros. El alimento
contiene fuerzas y elementos sutiles venidos del espacio que sólo una
alimentación consciente puede permitimos recibir. Estos elementos que
pertenecen al plano etérico, al plano astral e incluso al plano mental, pueden
ayudarnos a mejorar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y todo nuestro
comportamiento.
Cuando estamos
sentados frente al sol siempre recibiremos sus beneficios físicos de calor y
luz, pero estar conscientes de sus elementos más sutiles, pueden ayudar a
nuestra evolución espiritual, pues sus rayos transmiten su vida, su amor, su
sabiduría y su belleza.
Un ejercicio
muy útil es tomar partículas divinas a la salida del sol e introducirlas en nosotros
con el pensamiento, la imaginación, de esta forma, poco a poco se irán
regenerando la materia de nuestro ser; gracias al sol, pensaremos y actuaremos
como un hijo de Dios.
Abre en ti las millares
de puertas por las que esos rayos pueden entrar a depositar sus tesoros, y llena
todo tu ser con sus beneficios, así podrás recibir los elementos que te
ayudarán a profundizar en las leyes y en los misterios de la naturaleza, la
dicha y la paz.
(Información tomada de GHB).
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domingo, 18 de mayo de 2014
El Sol, fuente de transformación.
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