Antes de su iluminación, Buda era un príncipe
amante de los caballos. En aquellos días
eran el mejor soporte para la guerra.
Cuando logró la iluminación, hizo referencia de los caballos en muchas ocasiones
de muchas maneras. Dice que hay cuatro
clases de caballos:
La primera, la peor, aunque los azotes, cuanto
más lo hagas, más testarudos son. No
tienen aristocracia, ni elegancia, ni dignidad. Puedes insultarlos,
fustigarlos, golpearlos, tienen la piel muy gruesa. Si no quieren moverse, no
se mueven.
La segunda clase, si le pegas se moverán. Tienen un poco de dignidad, un sentido de
autoestima.
La tercera clase, un poco más alta, no necesitas golpearlos, es suficiente con el
sonido del látigo.
Y la cuarta, la más elevada, ni siquiera se
necesita el sonido del látigo, con su sombra es suficiente.
Buda dice que las personas también son de
cuatro clases: la más elevada, la más inteligente, los auténticos buscadores de
la verdad, solamente necesitan la sombra del látigo, una pequeña insinuación
del maestro es suficiente. Un caballo noble rara vez siente el toque del
látigo. No necesita sentirlo, le
basta con la sombra.
La conciencia es fuego, quema todo lo malo y
negativo que llevas dentro: tu ego, tu codicia, tu posesividad, tus celos….y
realza todo lo bello, lleno de gracia y divino. Tu ser experimenta una gran agudeza, tu vida
se llena de una gran rapidez, de una enorme intensidad y pasión, de una inmensa
totalidad e integridad.
Sé como un caballo noble: despierto, atento, observador.
Osho
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