Las palabras tienen poder. Encienden fuerzas espirituales que influyen en los eventos y circunstancias de nuestras vidas.
Es fácil descartar y no tomar en consideración el poder y la influencia de la palabra hablada, junto con la responsabilidad que la acompaña. Las palabras encierran verdades ocultas a la mente racional.
Difamar a una persona inflige daño físico y espiritual a la víctima, y también a la persona que pronuncia las palabras difamatorias.Las palabras pueden herir a otros, pero también pueden impreganarnos con bendiciones y transformar nuestra realidad.
Nuestras palabras emergen de nuestro ego o de la Luz. Cuando permitimos que la Luz hable en nuestro nombre, nuestro discurso llena a otros de esperanza, bendiciones, amor e inspiración.
Silenciemos nuestro ego. Pulsemos el botón del silencio, ahora invoquemos la Luz para que hable en nuestro nombre, en todas las ocasiones, de manera que cada palabra eleve nuestra alma y toda la existencia.
(Los 72 nombres de Dios de Yehuda Berg).
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