Las personas encuentran muy difícil abandonar las
penas porque ha vivido mucho tiempo con ellas.
Vivir con las penas familiares es muy cómodo, muy cálido…has vivido demasiado tiempo en
ella, durante tantas vidas que se ha convertido en tu casa.
Piensas que si las abandonas, todos tus muros
desaparecerán y estarás solo bajo el cielo
abierto. Esos muros están fundamentados
en tus penas, y si los abandonas, tu prisión desaparecerá!
Muchos prisioneros, cuando quedan libres de la
prisión, vuelven a ella después de tres o cuatro meses, cometen de nuevo algún
delito para volver porque sienten como si estuvieran abandonando su casa, sus
amigos están allí, su familia está allí, afuera es sólo un extraño y siente nostalgia.
Por eso tiene que hacer algo para volver. Esto le
da cierta seguridad, una garantía. No
necesita preocuparse, pensar en el mañana. A su debida hora le darán comida, se
irá a la cama, lo despertarán. La vida
es muy disciplinada.
Durante siglos, el hombre ha ido mejorando sus cárceles muy bien, pintando sus muros, poniéndolos bonitos. De pronto, ahora llega un Buda y te dice: “Sal al exterior, deja tus miserias y tus penas.”
La gente crea sus propias nuevas desgracias: si no hay una esposa, un marido que se las origine, las creará por sí solo porque no conoce otro estilo de vida. El mundo en que vives es creación tuya, igual que la araña crea su propia tela en la que después queda atrapada y no puede abandonar.
Con la mente proyectas tu mundo, proyectas miles de deseos, así es como creas la telaraña en la que después quedas atrapado: el deseo del dinero, poder, renuncia, paraíso, todo son deseos.
Dios no
disfruta con tus desgracias y tus penas. La persona con comprensión auténtica
no tiene deseos, vive en el momento disfrutando en su totalidad de todo lo que
está disponible. Exprime cada momento,
absorbe cada minuto, es total en todo lo que hace.
Osho
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