lunes, 20 de enero de 2014

Dedicado muy especialmente a mi maestra Karina Pereyra



Abuelita Aya: La Leyenda de la Libélula.




Aya es el espíritu más antiguo de la Tierra, la guardiana de la memoria, es una anciana sabia que ha vivido la evolución de Gaia desde su inicio. Ella se presenta con su sabiduría amorosa, humildemente, cuando necesitamos compasión en el colectivo, amor incondicional. Y a pesar de que habla de información te invito a sentir más allá de sus palabras lo que hay en los vacíos, en la resonancia, en su energía.
Ella nos cuenta la historia de la antigua Lemuria, de cómo el Sol sembró la semilla de la vida.

Ella dice:
La semilla de la vida de este sistema surgió del Sol, de la división fractal que comenzó con la creación primordial. En la alquimia de la vida, la unión de su radiación junto a mi energía receptiva fueron las que dieron a luz a toda la vida.

Por eso toda la vida surge del Gran Espíritu, o de esa fuerza creativa luminosa que creo el Universo desde el amor. El Sol es un fractal magnífico de esa fuerza, un fractal es una parte idéntica pero de diferente tamaño de la misma energía, o de la misma forma.

Regresar a relacionarse con el Sol es necesario, reconocer su magnífica luz fuente de evolución, entender que estamos unidos a él, que es el principio masculino de nuestro pequeño sistema. Recibir con alegría y confianza a las nuevas frecuencias que él está emitiendo, que todos los seres vivos junto a Gaia estamos recibiendo.
El Sol siempre ha sido benigno con sus hijos, tiene sus formas de manifestarse, de crear que van más allá de la manipulación humana.
Sí, honrarle, respetarle es deseable, saber cuando mirarlo, cuando exponerse a sus rayos, cuál es el mejor momento, es conocer su medicina.

Muchos pueblos antiguos lo sabían y todavía los pueblos originarios lo saben, al reconocimiento del Sol, de Gaia la Tierra Madre, del amor a toda la vida como creaciones del Gran espíritu.

Estamos en tiempos de cambio, de transformación eso hace necesario amar el caos externo como parte tuya, amar lo oscuro como parte de lo claro, hace necesario amar a todos los seres vivos de la creación, amar la medicina que significa la interacción con todo lo que es, amar los animales, amar las plantas, honrar la tierra fértil. De eso se trata el cambio de consciencia.

Muchos están uniendo sus corazones, sus mentes creativas para crear, han despertado, sin importar cual es la situación personal que cada quien esté viviendo, ni la continuidad, han comenzado a intercambiar, transmitir y recibir de la gran red geométrica de luz Gaia, haciendo que esta brille aún más se fortalezca en el amor, emita la energía de unidad, de la unión. Para vivir esa nueva era de paz que es inminente.


La Dimensión Lemuriana
Antes de esa civilización solar la Madre Tierra Gaia, se encontraba en otro nivel de consciencia, de una frecuencia un poco mas acelerada que la materia, allí se vivía con el Ka : el doble etérico, era la dimensión Lemuriana de la Tierra.

El Ka es ese cuerpo que es idéntico al físico pero vibra en una frecuencia un poco más rápida, vive en el futuro, es el que se conecta a los ancestros estelares y conoce los viajes a las redes geométricas. Muchos de vuestros Kas fueron los constructores de las redes.

La dimensión lemuriana todavía forma parte de la consciencia terrestre, especialmente en este continente Sudamericano, su memoria quedó marcada por las migraciones desde el Pacífico, digamos que es la dimensión etérea, esa energía junto a la Kundalini de la tierra.

La dimensión Lemuriana más que una civilización es un estado de consciencia, está en una frecuencia más sutil, más rápida, menos densa, de allí viene la magia, los reinos etéricos, las hadas, los animales sagrados, imaginarios, los ángeles, los seres de luz, todos los encargados de mantener el patrón de la creación armónico. Esta consciencia está más allá de la ilusión de tercera dimensión, en algunos lugares lejanos todavía se conserva, en algunos sitios de poder del planeta, especialmente donde se reconoce la existencia de la magia, o donde existieron civilizaciones mágicas como la Celta, que sostenía la dimensión de la antigua Lemuria.

Los habitantes originarios de Suramérica, en especial los que se fueron a las selvas amazónicas, o los que quedaron en las más altas montañas resguardando el conocimiento, saben lo que es leer la sincronicidad en las nubes o en las plantas, saben el poder de los elementales, de las plantas, de los tótems los animales, los hermanitos menores.

Por mucho tiempo la dimensión Lemuriana, se ha movido a través de los chamanes, de las plantas medicinales. Medicinas por mucho tiempo escondidas en el corazón de la selva están llegando a las ciudades para acelerar el cambio.


La leyenda de la libélula

Para seguir con nuestro amor hacia los pequeños hermanitos, los animales, les quiero contar una vieja historia que solo recordamos memorias como yo de abuelita, es una leyenda lemuriana que se contaba en el interior de los círculos de piedras, cuando todo estaba comenzando de nuevo.

Dice lo siguiente:
En el principio cuando el agua cubría la tierra, la vida comenzaba a crear diferentes formas, todo surgía del agua, pequeños animales acuáticos aptos para la superviviencia, igualmente pequeños insectos de vuelo corto poblaban la profundidad y la superficie del agua que era dulce, todavía no se había salinizado.

La materia se estaba formando y la dimensión lemuriana se estaba desvaneciendo, la realidad material se estaba imponiendo. Una nueva belleza estaba naciendo del agua, estaba emergiendo también la tierra que en su fértil tierra había guardado por milenios las semillas de una vegetación exuberante.

En vista de la emergencia, de que la magia se iba perdiendo y los seres humanos olvidando quienes eran, los maestros lémures decidieron enviar algunos mensajeros entre los pequeños hermanitos, para que les recordaran a los humanos que existía esa otra dimensión etérica, de creación instantánea, luz, magia, pensamiento amoroso, luminoso, unos de esos mensajeros fueron las Ballenas y los Delfines, pero la leyenda cuenta la historia de uno mucho más pequeño, un ser mágico: la libélula.

Para nacer de una dimensión a la otra, los maestros lémures le prepararon un pequeño pozo en la fuente de Likia, una gran fuente de agua iridiscente igual a sus alas. Por unos 300 millones de años terrestres en forma de Ninfa, aprender a sobrevivir en el agua para luego emerger a la superficie y volar. Durante el sueño del agua le fue entregada su misión y su medicina para los humanos. La dotaron de tres cualidades una acuática, una terrestre y una aérea.

Cuando salió a la superficie las dimensiones habían cambiado y se encontró volando en la corriente de un gran río, en la antigua tierra de Khem, la tierra fértil, la del gran río Nilo, conocido en todos los confines de la tierra como la arteria mas poderosa del Gaia. Allí se recordaba la dimensión lemuriana, por eso la religión estaba basada en el chamanismo animal, los dioses egipcios eran energía totémica, leones, gatos, chacales.

Volando sobre el Nilo se dio cuenta que sus alas desplegaban colores iridiscentes, vio como se parecían al reflejo del cielo en el agua, sintió la ligereza, practicó a volar, siendo sus alas tan eficientes que se podía mover en muchas direcciones, a gran velocidad, en línea recta, hacer ángulos extremos con gran facilidad, así fue como recordó su origen.


Se consigue con otra igual, muchas habían emergido a las vez, sintió el deseo de volar en el aire juntando su cola con la de su amiga, describiendo espirales sobre el agua cerca de unos juncos, en una poza del río, haciendo piruetas increíbles, yendo hacia delante, en sentido contrario, dibujando ADNs, bajando hasta casi rozar el agua, subiendo hacia el cielo, siempre unidas, el éxtasis es mutuo.

Repiten muchas veces estos juegos aéreos así comprenden que son para sembrar en la Madre Tierra Gaia esta nueva especie, así surge la red biológica de las libélulas. Que va a llegar un tiempo que su medicina va a ayudar a los humanos a salir de la ilusión de lo material, a conectar con la magia lemuriana.

La libélula del Nilo deja entonces sus huevos fecundados en la cercanía de un junco, protegidos de las corrientes, cerca de un grupo de lotos, allí van creciendo, engordando, hasta que el peso lo catapulta hacia el fondo cenagoso para vivir un nuevo paso, ahora es ninfa.

Por mucho tiempo vive bajo el agua, en los pequeños recodos de las rocas, en lo profundo, en la oscuridad del fango, aprendiendo la maestría de la supervivencia, de las emociones, allí se hace carnívora, se alimentan de otros seres vivos, esto es nuevo para ella, necesita hacer esto para sobrevivir, para eliminar los predadores.

Llega a un punto en que ya ha comido suficiente y necesita salir del agua, su cuerpo ha crecido tanto que siente que le ajusta, decide subirse a un loto cerrado, al salir siente por primera vez que puede respirar en el medio sutil del aire, sale por una apertura de su viejo cuerpo y ve que ha crecido mucho, tímidamente observa que puede desplegar sus alas multicolores, se quita sobre el loto el traje de ninfa, dejando la oscuridad carnívora del fango, para convertirse en ese ser alado de otras dimensiones.

Así que ella viene de esa dimensión mágica, todavía presente en la tierra, de allí sus alas iridiscentes, con los colores que recuerdan los paisajes lemurianos.

Esa es la leyenda de la libélula, del ser mágico lemuriano.

La libélula viene a despertarlos amados humanos, a ayudarlos a salir de la ilusión, a mostrar aquello que está oculto, lo que les hace actuar con miedo, desconfianza, con conductas compulsivas, adictivas inconscientes. Ella permite ir a buscar en las aguas profundas, oscuras de la emoción para comprender lo que pasa realmente, anunciando que al madurar está la salida a la luz, en el vuelo ligero de su adultez. Ella les quita el velo, para que escuchen los mensajes del Universo, les dice: llegó la hora de dar un paso adelante, de dejar de “echarle la culpa a lo externo”, de saber que todo viene de adentro, de tomar responsabilidad de lo que pasa en tu vida para cambiarlo, para convertirse en el Ser de luz que siempre has sido.


Abuelita Aya



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