jueves, 8 de mayo de 2014

El Ego, separatividad del verdadero Ser (I parte).



Hay varias definiciones. Una es el aprecio excesivo que una persona siente por sí misma; otra, es la instancia psíquica que se reconoce como “yo”, la que veremos aquí.

El ego es una entidad que se va autoconstruyendo a nivel inconsciente a lo largo de la vida a través de la adquisición de conocimientos, creencias, hábitos y experiencias. La falta de consciencia hace pensar que uno es eso que ha venido haciendo y experimentando.

Es una ilusión que pretende proyectar y mantener la idea de la separación de nuestra fuente, del Espíritu, del Padre, de Dios. Si nos sentimos separados del Padre entonces proyectaremos esta ilusión de la separación en toda nuestra experiencia de vida. Nos sentiremos separados de los demás ya sea con un sentimiento de superioridad o inferioridad a través del juicio, rechazo, odio, orgullo, soberbia, etc. es decir, a través del miedo.

Si logramos ver hacia dentro de nosotros mismos encontraremos lo que es verdadero: nuestro auténtico Ser o Yo interior que nos muestra que nunca existió la separación, que somos uno con el Espíritu y que los de “allá afuera” son una extensión del Amor que se es. 

Lo único que puede impedirnos ver hacia dentro es el propio ego, ya que con sólo verlo, éste revelaría lo ilusorio de su naturaleza y por lo tanto quedaría expuesto a la Luz y al Amor de Dios que disuelven toda presencia del ego, puesto que sana nuestra mente de la idea de la separación, restaurando la Unidad.

Darse cuenta de la existencia del ego, el “yo” mental  y emocional no creado desde adentro, sino impuesto por el medio, por la sociedad, es un primer paso en la toma de consciencia y en el despertar de lo que permanece dormido.

Al desechar al ego podemos sentir que perdemos todos los límites y nos sentimos aturdidos, aterrorizados, estremecidos, como si hubiera ocurrido un terremoto. Pero si tenemos valor y no retrocedemos, si no volvemos a caer en el ego, continuamos y seguimos más allá de él, nos encontraremos con un centro escondido en lo más profundo de nuestro interior...nuestro verdadero Ser, también llamado Yo Verdadero o Yo Superior.

Aprender a Ser es un aprendizaje. Esa creencia falsa, lo que uno cree que es, le impedirá potenciar lo que podría llegar a ser. La persona se identifica con el ego que es un fragmento de sí mismo y desconoce la dependencia a la que se somete, hasta que un buen día se despierta e intenta vivir libremente.


El ego es el medio que usa la inteligencia para lograr sus fines en un sistema educativo y en un medio social donde reina la imperfección. El riesgo es no descubrir el genio interior y quedar atado a roles y clichés alejados del centro espiritual.

El creador del ego es la mente y cuando no la gobierna la conciencia entonces se fragmenta y corre el riesgo de ser dirigida desde afuera por una sociedad de consumo que ofrece siempre algo nuevo y genera el miedo a perderlo. Así se rebaja la energía y se carece de paz y felicidad en el presente.

La mente que no se contacta con su fuente Espiritual carece de señales que orienten la acción. El ego vaga errante y las emociones no forman parte del Espíritu. Al disociarse las emociones del Ser, los éxitos son fugaces y los traumas se internalizan; sin embargo, ancladas al Espíritu, brindan la sensación de unidad, amor, integración y paz. 






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