Hay varias definiciones. Una
es el aprecio excesivo que una persona siente por sí misma; otra, es la
instancia psíquica que se reconoce como “yo”, la que veremos aquí.
El ego es una entidad que se
va autoconstruyendo a nivel inconsciente a lo largo de la vida a través de la
adquisición de conocimientos, creencias, hábitos y experiencias. La falta de
consciencia hace pensar que uno es eso que ha venido haciendo y experimentando.
Es una ilusión que pretende
proyectar y mantener la idea de la separación de nuestra fuente, del Espíritu,
del Padre, de Dios. Si nos sentimos separados del Padre entonces proyectaremos
esta ilusión de la separación en toda nuestra experiencia de vida. Nos
sentiremos separados de los demás ya sea con un sentimiento de superioridad o
inferioridad a través del juicio, rechazo, odio, orgullo, soberbia, etc. es
decir, a través del miedo.
Si logramos ver hacia dentro
de nosotros mismos encontraremos lo que es verdadero: nuestro auténtico Ser o
Yo interior que nos muestra que nunca existió la separación, que somos uno con
el Espíritu y que los de “allá afuera” son una extensión del Amor que se
es.
Lo único que puede
impedirnos ver hacia dentro es el propio ego, ya que con sólo verlo, éste
revelaría lo ilusorio de su naturaleza y por lo tanto quedaría expuesto a la Luz
y al Amor de Dios que disuelven toda presencia del ego, puesto que sana nuestra
mente de la idea de la separación, restaurando la Unidad.
Darse cuenta de la existencia del ego, el “yo” mental y emocional no creado desde adentro, sino impuesto por el medio, por la sociedad, es un primer paso en la toma de consciencia y en el despertar de lo que permanece dormido.
Al desechar al ego podemos
sentir que perdemos todos los límites y nos sentimos aturdidos, aterrorizados,
estremecidos, como si hubiera ocurrido un terremoto. Pero si tenemos valor y no
retrocedemos, si no volvemos a caer en el ego, continuamos y seguimos más allá
de él, nos encontraremos con un centro escondido en lo más profundo de nuestro interior...nuestro verdadero Ser, también llamado Yo Verdadero o Yo Superior.
Aprender a Ser es un aprendizaje. Esa creencia falsa, lo que uno cree que es, le impedirá potenciar lo que podría llegar a ser. La persona se identifica con el ego que es un fragmento de sí mismo y desconoce la dependencia a la que se somete, hasta que un buen día se despierta e intenta vivir libremente.
El ego es el medio que usa la
inteligencia para lograr sus fines en un sistema educativo y en un medio social
donde reina la imperfección. El riesgo es no descubrir el genio interior y
quedar atado a roles y clichés alejados del centro espiritual.
El creador del ego es la mente y cuando no la
gobierna la conciencia entonces se fragmenta y corre el riesgo de
ser dirigida desde afuera por una sociedad de consumo que ofrece siempre
algo nuevo y genera el miedo a perderlo. Así se rebaja la energía y se carece
de paz y felicidad en el presente.
La
mente que no se contacta con su fuente Espiritual carece de señales que
orienten la acción. El ego vaga errante y las emociones no forman parte del Espíritu. Al disociarse las emociones del Ser, los éxitos son fugaces y los
traumas se internalizan; sin embargo, ancladas al Espíritu, brindan la
sensación de unidad, amor, integración y paz.
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