viernes, 9 de mayo de 2014

El Ego, separatividad del verdadero Ser (II Parte).

Como se dijo en el artículo anterior, la mente es la creadora del ego, puede crear un ego dividido, navegar en esa falsa realidad no garantiza bienestar ni seguridad, más bien, lo hace adicto a esas falsas identidades que lo esclavizan y en esas circunstancias se fabrica una prisión sin que se lo advierta, y alejan a la persona de su verdadera esencia.

Esa moral se fundamenta en premios y castigos e impulsa a crear una identidad (ego) que le permite al individuo desenvolverse socialmente, aunque sienta que todo es mentira y  experimente la ausencia del Amor.

Un fanático que se siente superior, miente, persigue y mata revelando una mente disfuncional. Es difícil rebelarse al orden establecido o romper con una norma social muy arraigada. El ególatra es un autómata doliente cuya mente busca en su cabeza pensamientos viejos del pasado que no se detienen en el presente.

El proceso de cambio se inicia cuando se deja de juzgar y valorarse desde afuera, cuando desistimos de la idea de imitar la moda, o a los ricos y famosos. Hasta ese momento no se usaba la brújula para conocer el mundo interior; todo lo que daba sentido a la vida estaba afuera, desde donde se regulaba la existencia, la moral, la identidad, el estilo de vida y las creencias.

Así se produce la desconexión con la identidad real, se desconoce la existencia del verdadero centro vital. Sin embargo, ese “algo” con lo que se nace no se puede separar, aunque sí ocultar.

Al perder la consciencia de la verdad, se actúa en piloto automático, esto genera seres vulnerables, dependientes, robotizados, reactivos y adictos a los estímulos que se frustran, se tensionan y se atemorizan con frecuencia. Son seres que se irritan cuando no suceden las cosas que desean.

El falso ego lleva a la desdicha, siempre encuentra razones para sufrir con excelentes argumentos: cautiva con promesas de un futuro mejor, distorsiona la realidad y causa el sufrimiento por identificarse con creencias falsas, además de especializarse en crear víctimas que padecen injusticias. La preferida es: “el día que tengas esto o seas aquello, podrás ser feliz”.

Sólo aprendiendo a elegir y a dejar de lado la desdicha se deja de ser esclavo de la mente, hay que conectar los deseos y  los recursos con los altos valores, con nuestra fuente Espiritual.

No obstante, al ego hay que conocerlo y aceptarlo, entender para qué sirve y para qué no, en qué nos facilita las cosas y en qué las traba. Hay que agradecerle el haberse construído, ha sido y es muy útil: a nivel práctico, el ego es la herramienta que nos ayuda a organizar los diferentes aspectos de nuestra personalidad de forma que podamos funcionar en el mundo, ser parte de él, interactuar en todas las situaciones  de nuestra vida y desenvolvernos con cierta soltura en todo lo que hacemos.
Hay que saber cambiarlo, moldearlo, porque después de todo, el ego es una construcción inconsciente y automática hecha para estar al servicio de nuestro yo interior y no al revés. Cuando el ego se confunde con la totalidad de nuestro ser, cuando sus personalidades dirigen al 100% nuestra vida y nos olvidamos que no fue ese el papel que le fue asignado, es cuando empezamos a tener problemas y a desconectarnos de la fuente que realmente ha de guiar nuestros pasos. 

Se necesita enfocar la atención en el presente, ver que las cosas no son como parecen, retirar la capa superficial, que caiga como caen las hojas secas, sin hacer nada más que advertir su presencia, y a las hojas secas, se las lleva el viento, se desvanece al dejar de alimentarlo.

Entonces, la mente y el ego dejan de gobernar, se convierten en súbditos de la conciencia y la Presencia es el verdadero centro, Presencia del Ser, sin identificación, sólo conciencia y sentimiento puestos en el presente.

Las técnicas de meditación permiten desprenderse de esa construcción y sumergirnos en otros estados de conciencia. Es difícil desprenderse del ego, aunque se es más consciente de que existe, hay que dejar de ser su víctima, aprender a manejarlo, prestar atención al diálogo con el cual uno se habla a sí mismo, se explica el mundo e intenta que las cosas encajen en los conceptos con los que acomoda el mundo externo al interno.

Conócete a ti mismo. La libertad es la capacidad de tener actos conscientes. Pero la racionalidad es limitada y cada observador puede ver otra realidad. Construir la verdadera identidad consume energías, pero es peor la falsa identidad o asumir como propios los planes ajenos, eludir compromisos, diferir la resolución de la crisis y caer en la parálisis por exceso de análisis.

Para que la identidad no sea un sueño hay que dominar la metodología que desarrolla nuestro potencial, eligiendo los mejores proyectos y modelos para convertirnos en el arquitecto que diseña nuestro propio destino.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario